El poder
milagroso de esta cruz, tiene su origen en una leyenda que data del año 1232,
cuando el rey moro Muley Albuceil obligó a oficiar misa a un sacerdote que
tenía prisionero. Para ello, y movido por la curiosidad de descubrir qué
misterio ocultaba el sacrificio de la misa, mandó traer prácticamente todo lo
necesario para su celebración. El sacerdote no se opuso, pero cuando comenzó,
le fue imposible articular palabra. Muley preguntó el motivo, y el sacerdote le
contestó que no podía continuar porque faltaba la santa Cruz; en ese momento,
dos ángeles bajaron del cielo con una cruz patriarcal de cuatro brazos.
Ante tal
prodigio, el rey moro se convirtió al cristianismo, y la imagen de esta cruz
patriarcal fue motivo de un fervor popular y una veneración tal, que pronto
llegó a convertirse en símbolo de auténtico poder talismánico.
Como
amuleto su virtud principal es la protección, ya que sintoniza con la
providencia divina. La cruz, que suele ir acompañada de un librito de
oraciones, protege del mal en un amplio sentido: peligros, adversidad,
enfermedades o malas energías. Aunque también hay que tener en cuenta que su
poder depende, en buena medida, de la fe que en ella deposite la persona que la
lleva.
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